domingo, 9 de junio de 2024

El gran chef famosos: análisis


Este programa televisivo peruano, catalogado como apto para todos por su contenido familiar, entretenido y educativo, muestra las personalidades de personajes de la farándula peruana cuando se enfrentan a retos, frustraciones y éxitos en el momento de cocinar; asimismo, enseña trucos y técnicas culinarias y conocimientos gastronómicos.  Es una plataforma que incentiva el gusto por saber más del universo en que se ha convertido la gastronomía, en especial la peruana. 

Y es que hoy, el cocinar es considerado un arte en donde el gusto y sabor combinan ciencia, mística y psicología para entregar una comida que ya no solo representa un acto para alimentarse y sobrevivir. Sin embargo, fiel a nuestra época, la mayoría de artistas -como ahora son considerados también los chefs- han sucumbido a la realidad: toda creación debe saber venderse. 

Sobre el programa, coincido con lo descrito en los posts de comidas peruanas y Mercado negro. Puede ser que lo aprendido en el set y los consejos del Jurado cambien el concepto de cocinar que tenían participantes y televidentes, en una época tan voraz y fugaz como la nuestra, en donde no hay tiempo para compartir en familia y realizar una actividad tan común como es el comer. 

Pro y contras

Es un gran acierto lo que busca este programa al reunir a familias en torno a un grupo de personas conocidas por sus escándalos, carreras musicales o actorales y sus historias dentro y fuera de las pantallas y luces. Los muestra con sus defectos y talentos buscando la famosa catarsis en los televidentes. La gran variedad y calidad de nuestros recursos naturales y alimenticios ayuda a que conozcamos más de nuestra gastronomía y apreciarla mejor, gracias a esta vitrina televisiva

No obstante, considero que en una sociedad tan consumista y capitalista como es la peruana, y ante la escasa creatividad para vender y  ausencia de originalidad, está afectando al programa. Se sabe que es de vida o muerte emocionar a las personas (clientes) con la finalidad de que se vendan productos de empresas, industrias y los mismos programas televisivos locales puedan seguir emitiéndose (esto es, el manoseado storytelling). Por ello, en esta octava temporada se ha elegido a personajes conocidos más por sus escándalos personales que por contribuir al desarrollo de algún aspecto positivo dentro de la televisión peruana. 

Octava temporada

El gran chef famosos ya no parece un programa familiar. En esta última temporada crece la sensación de que las personas elegidas ofrecen un show falso y disforzado al mejor estilo de Combate, Esto es guerra o Andrea, antes que una experiencia sincera. El chisme y la controversia adquieren protagonismo. 

Se vuelven repetitivos los momentos de escaso o nulo conocimiento al cocinar en los primeros episodios, siempre se eligen a uno o dos personajes poco hábiles para seguir las recomendaciones del Jurado, y definitivamente cuando se hace probar los platos preparados a otras personas ajenas a los tres jurados, el resultado es desconcertante y ambiguo. 

Por más intentos que realiza el conductor, los personajes de esta temporada no reflejan la intención con que fue pensado el objetivo del programa. Es ilógico que, después de tantas temporadas y en donde la Internet permite que los jurados expongan sus trucos y técnicas, aún sigan los participantes cometiendo torpezas y los mismos errores de las personas de la primera temporada.  

A manera de conclusión

Es obvio que la finalidad del programa pudo ser entretener y unir a las familias peruanas, además de difundir la gastronomía peruana, pero la elección de participantes histriónicos, tóxicos y negativos es cada vez más notoria. Todo tiene un inicio y un final, ante la urgente necesidad de seguir manteniéndose en los primeros puestos del rating, los productores están descuidando la calidad del mismo.

Se debería regresar a sus raíces, pensando en que es un programa familiar y no uno de farándula o de rescate de personajes anteriormente conocidos dentro de la misma. La reinvención debe plantearse a partir de sus primeros objetivos y no para satisfacer la creciente necesidad de conocer chismes, bochornosos episodios a manera de circos baratos y caer en el histrionismo más vacío y vulgar.  



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